En la entrada de hoy hablaremos de una mujer que sin duda ah sido terroríficamente recordada, no existe cuento de terror ficticio que iguale a esta cruda realidad, al día de hoy los investigadores e historiadores siguen asombrándose, de la cruel e increíble historia que rodea a esta mujer de la alta sociedad de la época monárquica.
Por mas ficción que apreciemos en las películas de, vampiros
, asesinos seriales , ritos satánicos y maldiciones , estoy segura que ninguna
historia se podría comparar a la historia de esa mujer , que cabe destacar es
una de las asesinas seriales mas antiguas y prolíficas que se conocen sus crímenes
se sitúan alrededor de 2000 personas eso solo lo que es posible conocer , al día
de hoy suena retorcido creer que algo como la vanidad femenina allá sido el
motivo de la naturaleza de tan atroces crímenes .
Lo que sin duda resulta increíble de esta historia es como
una mujer simple , acomodad y sumisa de la época se convirtió en una asesina en
serie .
Pero esta mujer no solo esta en la historia de los asesinos
seriales si no que ah sido la inspiración de miles de películas , obras
teatrales además de cuentos de terror , que en mi opinión personal se quedan
cortos ala cruda realidad , asique mejor conozcamos a la mejor conocida como “La
condesa Sangrienta “.
Elisabeth Báthory de Ecsed nació en Hungría el
7 de agosto de 1560 en el Castillo
de Čachtice, actual Trenčín , fue sin duda un nacimiento privilegia , nació en
una de las familias mas poderosas de ese país , pertenecía ala mas alta clase
de la nobleza , fue criada en cuna de oro y su niñez era semejante a la de
cualquier princesa heredera al trono .
Su infancia transcurrió en el castillo de Csejte y antes de
cumplir los seis años sufría ataques de lo que se puede considerar epilepsia,
pero ningún diagnóstico es del todo seguro , se sabe que su niñez fue muy
alejada de la inocente y tranquila que cualquier niño hubiera esperado vivió
entre los líos de la corte , su madre fue una mujer compleja y estricta , la
condesa fue malcriada desde su niñez solía maltratar a las personas de clases
inferiores (lo que era normal entre su clase social ) , era muy estricta en su
persona , un poco fría y engreída . A los once años fue prometida con su primo
Ferenc Nádasdy, conde (anteriormente barón) , se sabe que la relación entre
ellos surgió de una manera natural , ambos acataban las normas de la familia ,
pero se distinguieron por ser muy precoces. A los doce empezaron a vivir juntos
en el castillo de él pronto los
niños se volvieron como cualquier
matrimonio adulto la pequeña condesa nunca tuvo buena relación con su suegra, quien
la consideraba manipuladora y una muchacha demasiado coqueta . A diferencia de
lo que era propio en la época, recibió una buena educación y su cultura
sobrepasaba a la de la mayoría de los hombres de entonces. Era excepcional.
A los quince años, en 1575, se casó con Ferenc, que entonces
contaba 20 años de edad . La ceremonia tuvo lugar con gran lujo. Fue Ferenc
quien adoptó el apellido de soltera de su esposa, mucho más ilustre que el
suyo. Se fueron a vivir al castillo de Čachtice, en compañía de su suegra Úrsula
y otros miembros de la casa. El joven conde no pasaba mucho tiempo por allí: la
mayor parte del tiempo estaba combatiendo en alguna de las muchas guerras de la
. Existe un registro epistolar de cómo Ferenc e Isabel intercambiaban
información sobre las maneras más apropiadas de castigar a sus sirvientes, esto
era normal entre los nobles de la época como ya habíamos aclarado , pero la
manera en que el matrimonio joven intercambiaba ideas , sonaba macabro incluso
para la propia familia de ambos . Las posesiones de esta pareja de nobles
húngaros eran enormes, y se requería además un férreo control sobre la
población local, de origen húngaro, rumano y eslovaco.
Ferenc e Isabel apenas se veían debido a las actividades
guerreras del primero, así que no fue hasta 1585, diez años después de su
matrimonio, que la condesa tuvo a su primera hija, Ana, y en los nueve años
siguientes dio también a luz a Úrsula y Catalina. Finalmente, en 1598, alumbró
a su único hijo varón, Pablo.
En 4 de enero de 1604, el
Caballero Negro de Hungría, como se conocía a Ferenc por su fiereza a la hora
de combatir, murió de súbita enfermedad durante una de sus batallas y dejó
viuda a Isabel, que contaba con 44 años, según testimonios de la época la
muerte de su marido, la afecto pero solo por un breve periodo pronto dejo el
luto y comenzó lo que se conoce como su “periodo sangriento”. Según sus
acusadores primero, despidió a su muy odiada suegra del castillo, junto con el
resto de la parentela Nádasdy las
muchachas a las que ésta protegía en esos momentos fueron llevadas a los
sótanos y allí recibieron por fin los castigos que, en opinión de Isabel, se
merecían.
Todo empezó en 1604, poco
después de la muerte de su marido. Una de sus sirvientas adolescentes le dio un
involuntario tirón de pelos mientras la estaba peinando. Al principio tuvo
mucha suerte: la condesa reaccionó reventándole la nariz de un fuerte bofetón
(cuando lo normal entre la nobleza de la época habría sido sacarla al patio
para recibir cien bastonazos). Pero cuando la sangre salpicó la piel de
Erzsébet, a ésta le pareció que allá donde había caído desaparecían las arrugas
y su piel recuperaba la lozanía juvenil. La condesa, fascinada, pensó que había
encontrado la solución a la vejez, y que siempre podría conservarse bella y
joven. Todas las leyendas sobre canibalismo aseguran igualmente que la sangre
humana prolonga la juventud. Tras consultar a sus brujas y alquimistas, y con
la ayuda del mayordomo Thorko y la corpulenta Dorottya, desnudaron a la
muchacha, le hicieron un profundo corte en el cuello y llenaron un barreño con
su sangre. Erzsébet se bañó en la sangre, o al menos se embadurnó con ella todo
el cuerpo, y probablemente la bebió, para recuperar la juventud.
Según la leyenda, Erzsébet
Báthory estaba obsesionada por la belleza, y para conservarla
utilizaba la sangre de sus jóvenes sirvientas y pupilas para mantenerse joven
en una época en que una mujer de 44 años se acercaba peligrosamente a la
ancianidad. La leyenda cuenta que Erzsébet vio a su paso por un pueblo a una
anciana decrépita y se burló de ella. La anciana ante su burla la maldijo
diciéndole que ella también estaría como una vieja en poco tiempo.
Entre 1604 y 1610, los
agentes de Erzsébet se dedicaron a proveerla de jóvenes entre 9 y 26 años para
sus rituales sangrientos. En un intento de mantener las apariencias, habría
convencido al pastor protestante local para que sus víctimas tuviesen entierros
cristianos respetables. Cuando la cifra comenzó a subir, éste comenzó a
manifestar sus dudas: morían demasiadas chicas por "causas misteriosas y
desconocidas". Así es que ella le amenazó para que callase y comenzó a
enterrar en secreto los cuerpos desangrados. Ésta es, al menos, la versión de
este pastor, que fue quien la denunció "oficialmente" al Rey Mátyás a
través de la curia clerical.
Más adelante, en la época en
la que los errores de Gábor la pusieron en una delicada situación política,
tomó la costumbre de quemar los genitales a algunas sirvientas con velas,
carbones y hierros por pura diversión. También generalizó su práctica de beber
la sangre directamente mediante mordiscos en las mejillas, los hombros o los
pechos. Para estas cuestiones privadas se apoyaba en la fuerza física de
Dorottya Szentes, que aunque ya mayor, seguía siendo muy capaz de inmovilizar a
cualquier joven en la posición requerida. Esto ocurrió mientras estuvo en
Viena.
En 1609 Erzsébet, por la
falta de sirvientas en la zona como consecuencia de tantos crímenes, cometió el
error que acabaría con ella: utilizando sus contactos, comenzó a tomar a niñas
y adolescentes de buena familia para educarlas. Algunas de ellas comenzaron a
morirse pronto por las mismas "causas misteriosas y desconocidas".
Esto no era raro en aquella época, con sus elevadísimas tasas de mortalidad
infantil y juvenil, pero en el "internado" de Čachtice el número de
fallecimientos era demasiado alto. Ahora las víctimas eran hijas de la
aristocracia menor, por lo que sus muertes eran consideradas importantes. La
bruja Darvulia le habría prevenido que nunca tomara nobles, pero esta anciana
había fallecido algún tiempo atrás. Fue su amiga Erszi Majorova, viuda de un
rico granjero que vivía en la cercana localidad de Milova, quien convenció a la
condesa de que no pasaría nada.
Hacia el final, muchos
cuerpos se ocultaron en lugares peligrosamente insensatos, como campos
cercanos, silos de grano, el río que corría bajo el castillo, el jardín de
verduras de la cocina... Finalmente, una de las víctimas logró escapar antes de
que la matasen e informó a las autoridades religiosas. Esto era algo que había
ocurrido varias veces en el pasado, con sirvientas; por ejemplo, en el otoño de
1609..
«...una joven de doce años
llamada Pola logró escapar del castillo de algún modo y buscó ayuda en una
villa cercana. Pero Dorka y Helena Jo se enteraron de dónde estaba por los
alguaciles, y tomándola por sorpresa en el ayuntamiento, se la llevaron de
vuelta al Castillo de Cachtice por la fuerza, escondida en un carro de harina.
Vestida sólo con una larga túnica blanca, la condesa Erzsébet le dio la
bienvenida de vuelta al hogar con amabilidad, pero llamaradas de furia salían
de sus ojos; la pobre ni se imaginaba lo que le esperaba. Con la ayuda de
Piroska, Ficzko y Helena Jo, arrancó las ropas de la doceañera y la metieron en
una especie de jaula. Esta particular jaula estaba construida como una esfera,
demasiado estrecha para sentarse y demasiado baja para estar de pie. Por su
[cara] interior, estaba forrada de cuchillas del tamaño de un dedo pulgar. Una
vez que la muchacha estuvo en el interior, levantaron bruscamente la jaula con
la ayuda de una polea. Pola intentó evitar cortarse con las cuchillas, pero
Ficzko manipulaba las cuerdas de tal modo que la jaula se balancease de lado a
lado, mientras que desde abajo Piroska la punzaba con un largo pincho para que
se retorciera de dolor. Un testigo afirmó que Piroska y Ficzko se dieron al
trato carnal durante la noche, acostados sobre las cuerdas, para obtener un
malsano placer del tormento que con cada movimiento padecía la desdichada. El
tormento terminó al día siguiente, cuando las carnes de Pola estuvieron
despedazadas por el suelo.»
Esta descripción tiene su
parecido con otro artilugio de tortura utilizado por Báthory, llamado «doncella
de hierro», el cual era una especie de sarcófago que reflejaba la silueta de
una mujer y que por dentro tenía afilados pinchos. Este artilugio se abría para
introducir a la víctima y luego encerrarla para que los pinchos se le
incrustaran en su cuerpo.
Es por esta época que
empiezan a escucharse rumores de que algo muy siniestro ocurre en el castillo
de Čachtice. A través de un pastor protestante local, llegan historias de que
la condesa practica la brujería (explícitamente, la magia roja) y para ello
utiliza la sangre de muchachas jóvenes -una típica acusación muy popular en la
época, similar a las que se realizaban contra los judíos y disidentes-. Matías
ordena a un primo de Isabel, el conde Jorge Thurzó -enemistado con ella-, que
tome el lugar con sus soldados y realice una investigación. Dado que la señora
de Báthory carecía de fuerza militar propia, no hubo resistencia.
Según la investigación del
conde Thurzó, hallaron en el castillo numerosas muchachas torturadas en
distintos estados de desangrado, y un montón de cadáveres por los alrededores.
En 1612 se inició un juicio. Erzsébet se negó a declararse inocente o culpable,
y no compareció, acogiéndose a sus derechos nobiliarios. Quienes sí lo
hicieron, por la fuerza, fueron sus colaboradores. Juan Ujváry, el mayordomo,
testificó que en su presencia se habían asesinado como mínimo a 37
"mujeres solteras" de entre once y veintiséis años; a seis de ellas
las había reclutado él personalmente para trabajar en el castillo. La acusación
se concentró en los asesinatos de jóvenes nobles, pues los de las siervas
carecían de importancia. En la sentencia todos fueron declarados culpables,
algunos de brujería, otros de asesinato y los demás de cooperación.
Todos los seguidores de
Isabel, excepto las brujas, fueron decapitados y sus cadáveres quemados; éste
fue el destino de su colaborador Ficzkó. A las brujas Dorotea, Helena y Piroska
les arrancaron los dedos con tenazas al rojo vivo "por haberlos empapado
en sangre de cristianos" y las quemaron vivas. Erzsi Majorova, una
burguesa de la zona acusada de cooperación, también fue ejecutada. Katryna, que
con catorce años era la más joven de las ayudantes de Erzsébet, salvó la vida
por petición expresa de una superviviente,
Pero la ley impedía que
Isabel, una noble, fuese procesada. Fue encerrada en su castillo. Tras
introducirla en su mazmorra, los albañiles sellaron puertas y ventanas, dejando
tan sólo un pequeño orificio para pasar la comida. Finalmente, el rey Matías II
pidió su cabeza por las jóvenes aristócratas que supuestamente habían muerto a
sus manos, pero su primo el Gran Príncipe de Transilvania, le convenció para
que retrasara el cumplimiento de la sentencia de por vida. Así es que la
condenaron a cadena perpetua en confinamiento solitario. Esta pena implicaba
también la confiscación de todas sus propiedades, lo que Matías venía
ambicionando desde tiempo atrás.
El 31 de julio de 1614,
Erzsébet, de 54 años, dictó testamento y últimas voluntades a dos sacerdotes de
la catedral del arzobispado de Esztergom. Ordenó que lo que quedaba de las
posesiones familiares fuese dividido entre sus hijos.
El 21 de agosto de 1614, uno
de los carceleros la vio caída en el suelo, boca abajo. La Condesa Isabel
Báthory estaba muerta después de haber pasado cuatro largos años emparedada,
sin ni siquiera ver la luz del sol. Pretendieron enterrarla en la iglesia de
Čachtice, pero los habitantes locales decidieron que era una aberración que la
"Señora Infame" fuera enterrada en el pueblo, y además en tierra
sagrada. Finalmente, y como era "uno de los últimos descendientes de la
línea Ecsed de la familia Báthory" la llevaron a enterrar al pueblo de
Ecsed, en el noreste de Hungría, el lugar de procedencia de la poderosa
familia. Todos sus documentos fueron sellados durante más de un siglo, y se
prohibió hablar de ella en todo el país.
Dos años después, las hijas
y el hijo de Isabel fueron finalmente acusados de traición por el apoyo de su
madre a la guerra contra los alemanes; Anna Báthory, una prima de la condesa,
llegó a sufrir tortura por este motivo en 1618, cuando contaba 24 años, pero
sobrevivió. Finalmente la mayor parte de la familia Báthory-Nádasdy huyó a
Polonia; algunos retornaron después de 1640. Un nieto sería ejecutado en 1671
por oponerse al Emperador Alemán.
Los Archivos Nacionales de
Hungría conservan abundante documentación sobre ella, particularmente cartas
personales y actas del juicio. Sin embargo, sus míticos diarios, al igual que
su retrato original, se hallan en paradero desconocido.
Según el testimonio del conde palatino Jorge
Thurzó (primo y enemigo de Erzsébet, nombrado investigador general por el Rey),
cuando su hueste llegó al castillo el 30 de diciembre de 1610 no halló
oposición, ni a nadie para recibirles. Lo primero que vieron fue a una
sirviente en el cepo del patio, en estado agónico debido a una paliza que le
había fracturado todos los huesos de la cadera. Esto era práctica corriente y
no les llamó la atención, pero al acceder al interior se encontraron a una
chica desangrada en el salón, y otra que aún estaba viva aunque le habían
agujereado el cuerpo. En la mazmorra encontraron a una docena que todavía
respiraba, algunas de las cuales habían sido perforadas y cortadas en varias
ocasiones a lo largo de las últimas semanas. De debajo del castillo exhumaron
los cuerpos de 50 muchachas más. Y el diario de Erzsébet contaba día por día
sus víctimas, con todo lujo de detalles, hasta sumar un total de 612 jóvenes
torturadas y asesinadas. Por todas partes había toneles de ceniza y serrín,
usados para recoger la sangre que se vertía tan pródigamente en aquel lugar.
Debido a esto, todo el castillo estaba cubierto de manchas oscuras y despedía
un tenue olor a putrefacción. Se decía que mientras su esposo estaba fuera,
ella mantenía relaciones sexuales con sirvientes de ambos sexos, y se rumoreaba
que cuando tenía sexo con chicas no era raro que las mordiese salvajemente.
Es imposible saber, hoy en
día, qué sucedió realmente. Desde el punto de vista psiquiátrico, Erzsébet Báthory sería una anomalía que se sale del
patrón común de todos los asesinos en serie conocidos. En la época era común
castigar cruelmente a siervos y pupilos, y ejecutar incluso a pequeños
delincuentes de las maneras más espantosas. Quizás fuera sádica, y en
consecuencia se aplicara especialmente a la hora de imponer disciplina, o
incluso obligara a sus sirvientas a tomar parte en prácticas sadomasoquistas
más o menos extremas, ninguna novedad para la nobleza de su tiempo, cuya
impunidad y poder legal les permitía tratar a la servidumbre como quisieran. O
quizás fue realmente una torturadora y asesina en serie amparada en su estatus,
que sólo se perdió cuando por falta de nuevas víctimas entre la plebe recurrió
a las hijas que formaban parte de la nobleza menor.